En
primer lugar, quiero agradecer a la organización del congreso de Fepal, y en
particular a Elizabeth Chapuy, la invitación a participar en esta mesa Cruzando fronteras generacionales, en compañía de tan
respetados y admirados colegas y maestros. La invitación me sorprendió mucho, pero más
aún me sorprendió escuchar mi voz aceptando rápidamente el convite. Supongo que
me sentí halagado por la generosidad del ofrecimiento dada la relevancia del espacio y
la talla de mis compañeros de panel.
Cruzando fronteras
generacionales se me presenta como un título
sugerente y al mismo tiempo equivoco… ¿son fronteras las que separan a las
personas de distintas generaciones? Y de ser asi… en qué sentido podemos decir
que las cruzamos?
Tanto
Marcelo como Janine han dedicado gran parte de su producción escrita a pensar
cuestiones referidas a lo intergeneracional.
Si
bien hablo en primera persona y a título personal, siento que represento en
esta mesa a colegas que no me eligieron para estar aquí. No obstante elijo dar
cuenta de ideas y experiencias compartidas con muchos de ellos a lo largo de
años de ejercicio profesional y de la formación en psicoanálisis. Ojalá mis
palabras resuenen en ellos y ellas de manera armónica.
Muchos
de nosotros arribamos a los institutos de formación de las sociedades
psicoanalíticas al cabo de años de recorrido personal y profesional. En mi
caso, antes de comenzar la formación en la APC, estudié psicología, me formé en
el tratamiento de personas con adicciones, trabajé como acompañante
terapéutico, ejercí como psicólogo clínico, constituí con otros colegas la
primer asociación argentina de acompañantes terapéuticos, participe en grupos
de estudio y supervisión sobre Freud y Lacan, estuve en análisis más de 10
años…. Recién entonces me decidí, solicite ingresar y fui aceptado, para
comenzar mi formación como candidato, en esta querida institucion y red de
instituciones en las que uno es joven, casi niño, a los 40 años. Pocos clubes ofrecen
ese privilegio.
Un
psicoanálisis migrante, inmigrante,
emigrante.
En
mi práctica, me doy cuenta, persevero en
el trabajo en territorios áridos. Practico el psicoanálisis con personas con adicciones
y consumos problemáticos. Sujetos que prefieren la anestesia a la pregunta, el
filtro del olvido a la lenta labor colaborativa, el trago de poción mágica a la
aceptación de la falta que abre camino al deseo. Personas portadoras de marcas
y estigmas, también el de inanalizables. Reconozco esa tozudez peregrina en
varios de mis maestros y en no pocos de mis congéneres: psicoanalistas
trabajando en territorios incomodos: en clínicas psiquiátricas, en el campo del
autismo, en cárceles, a la vera de un arroyo Serrano desbordado... no por afinidad por el exotismo, o por aplicar
el método a cualquier situación. Freud nos libre del psicoanálisis aplicado...
no, no somos muy aplicados precisamente... Más bien se trata de alojar el
sufrimiento humano con nuestras preciosas herramientas, esas que siendo tan
fáciles de transportar pueden utilizarse en cualquier lugar, aunque no de
cualquier manera. Nos inspiran las y los que se animaron antes y se metieron a
fondo.
Herederos
huérfanos, traductores traidores.
Es siempre en nuestra
condición de huérfanos como podemos heredar,
-nos dice Masimo Recalcati- (…) ¿Acaso
heredar no implica siempre el peligro de extravío? Las exigencias de las nuevas
generaciones no son las de transgredir la Ley, sino que siga habiendo (…) un
adulto capaz de dar testimonio acerca de la alianza entre la Ley y el deseo. El
testimonio (…) emancipado de todo ideal de ejemplaridad y de toda programación,
vive en el momento de pura contingencia.(…) No es una intención sino un
acontecimiento que podemos reconstruir retrospectivamente.[1]
En
APC durante los años de formación allí, se organizó una jornada con Marcelo Viñar y Diana Sperling, en la que
se trabajaría en torno a un material clínico. En un arrebato cuasi suicida me
ofrecí a presentar un caso, el texto de varias sesiones de un paciente joven con
consumos problemáticos de sustancias. Intensa
experiencia para mí. En un momento, ya al final, Marcelo dijo: además
de acompañar, como analistas, tenemos que clavar el cuchillo... En un
consejo interpretación que se me aparece cada tanto y me sirve para no aflojar.
Fronteras,
desplazados, wetbacks, disponibles.
Latinoamérica
grita. Pienso en Roberto Bolaño en 2666; este continente de machismo y
desmesura, nuestro realismo, a secas,
desmesurado y sincrético. Latinoamérica
habla. Escuchamos el desamparo desde nuestra precaria tienda de campaña. Tienda
de los milagros donde la magia del chispazo se produce cada tanto: ese
chispazo de la apertura pulsátil del inconsciente que combustiona al tocar la
escucha sensible del/ la analista receptiva, flotante, incisiva.
Cuando
quería recibirme de psicólogo, hice mi road
movie. Recorrí media Patagonia para conocer a quienes coordinaban grupos de
alcoholismo en hospitales públicos del sur del sur. Pichón Riviere estaba ahí
aunque hubiera muerto quince años antes. Me encontré con dos locos, médicos con
estudios psicoanalíticos que en una jornada para enfermeras, agentes sanitarios,
coordinadores de grupo, les enseñaban Winnicott.... Ese es el psicoanálisis que
amo.
Un
maestro me dice. “El futuro del
psicoanálisis será si une su horizonte al de la salud pública....”, y me llegó una vez más.
Psicoanalisis
/ Salud Publica ¿Oxímoron? Ja, ¿vieron? Lo dije. Oxímoron. Ahora sí que soy psicoanalista....
perdón tenía que decirlo...
El
psicoanálisis que amo es más ese del hospital o el puesto sanitario que el de
los oximorones de palacio. El que mis
admiradas amigas y amigos de APC disponible
practican semana a semana atendiendo el teléfono a quienes gritan su
desesperación, su angustia, por la
cuarentena, el trabajo perdido, el
familiar del que no pudieron despedirse, el miedo al contagio... grito transformado en demanda, una vez
más, por una escucha sostenida en una
transferencia a través del teléfono.
“Transferencia exprés” le pusimos en el
grupo. Nuestro trastabillante grupo por meet
de los miércoles a la noche. Adriana lo dijo creo, no me acuerdo bien, pero
alguien lo cazó al vuelo y lo subrayó y ya quedó como concepto a trabajar. Un
pequeño retazo de red para sostenernos al escuchar a estos compatriotas a los
que se les abrió el piso bajo los pies. La transferencia exprés. Ese es el psicoanálisis que quiero.
El
que practican mis compañeres, convocados por un grupo de voluntarios que viajan
anualmente a dar apoyo a una comunidad en la puna, donde un cacique pidió un
psicoanalista. Alguien que los ayude a pensar para hacer algo diferente con lo
que les sucede desde que se enteraron del abuso sexual a una niña de la
comunidad. Y allí fueron, allí van, José, Adriana,
Liliana, Marcela a escuchar, pensar y
ayudar a pensar. ¿Es psicoanálisis esto?,
se preguntan. Y no falta -nunca falta- el didacta, docente o supervisor que
diga que no, que eso no es psicoanálisis.... Tomemos el té en la cubierta del
Titanic. mientras debatimos a quien le damos la cocarda de psicoanalista. Que
gracioso, el corrector no reconoce cocarda y lo transformó en cobardía. En fin, hasta los robots parecen tener
inconsciente. Ese psicoanálisis me
enoja.
Psicoanalisis
con los pies en el barro decíamos en mi grupo...
Este
psicoanálisis balbuceante Caliban, embarrado de verdad, no solo como metáfora.
Soñamos y trabajamos para que estas instituciones de mezclados (como dice
Colette Soler) que son las nuestras alojen, reciban, festejen, relancen las
prácticas y experiencias de sus miembros (entre ellos los candidatos). Muchas
de esas prácticas y experiencias previas a la formación en IPA son comunitarias
y/o en salud pública. Y les candidates las esconden, las disfrazan, las omiten al entrar al palacio psicoanalítico.
Volvemos al Titanic. ¿O seguimos impulsando nuestra balsa en el río barroso? A
terceira margen do río.
Esta
angustia desamparada, de escucharnos y
vernos tan desencantados. Aun así remando en este río lleno de lodo. Fecundo
lodo inmundo en el que vamos esparciendo flores, redes y palabras pidiendo a
Freud y a Iemanjá que no nos abandone la inspiración, las ganas de seguir, la
disposición a escuchar.
Mezclados
como estamos y como vamos en este año marcado por una pandemia que ha sacado a
la superficie lo peor y lo mejor de todxs y cada uno, una, une. Manos anónimas
que arrancan la bandera multicolor, monstruos vestidos de azul disparan a un
joven, casi un niño asustado por el control policial, cuyo amigo cometió el error de pisar el
acelerador en vez del freno. Carceleros puestos a cuidar la nursery. Pero también la
multiplicidad de iniciativas impulsadas por grupos de analistas de nuestras
instituciones que salieron rápidamente a ponerse a disposición de la comunidad,
sumándose a los que ya lo venían haciendo.
Pienso
que el psicoanálisis, nuestros psicoanalisis, tendran un futuro diferente si enlazamos
el carro a las necesidades, sueños, deseos, luchas, de las y los consultantes, a la gente donde
esté y como esté. ¿A la salud pública?
Pero
uno por uno.
Siempre
fue en una tienda de campaña.
Sin fronteras. Pero con bordes.
Córdoba,
septiembre de 2020