viernes, 26 de mayo de 2023

LO SINIESTRO Y LA CREACIÓN EN EL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO

Publicado en Revista ATravessar N° 5, 2015

Pablo A. Dragotto1 

RESUMEN 

Trabajo presentado en el 1er Congreso Uruguayo y 10 Congreso Internacional de  Acompañamiento Terapéutico. Montevideo. 21 de noviembre de 2014 

Este breve trabajo no pretende ser una exposición acabada acerca de temas tan complejos  como el proceso de creación o la vivencia de lo siniestro. Apenas si me propongo aquí  advertir a los jóvenes acompañantes que se inician en esta tarea respecto de la posibilidad de  emergencia de ciertas vivencias de extrañeza en las que por momentos podemos sentir esa  experiencia de lo ominoso en la que parece diluirse los límites entre realidad y ficción, locura  y cordura, paciente y acompañante.  

En su trabajo cotidiano, el acompañante terapéutico (at) vivencia sentimientos  contratransferenciales de gran intensidad. Aprender a manejar esa contratransferencia es parte  importante de la formación del acompañante. La intensidad de estas vivencias al trabajar con  pacientes severamente perturbados, justifica y hace necesaria la complejidad del dispositivo de  acompañamiento terapéutico (AT), que, como ya hemos dicho, para nosotros incluye en el  dispositivo mismo a la supervisión, al trabajo en equipo y al análisis del at. (Dragotto, 2012) 


Palabras-clave: Acompañamiento Terapéutico, el proceso de creación, siniestro 

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Este breve trabajo no pretende ser una exposición acabada acerca de temas tan  complejos como el proceso de creación o la vivencia de lo siniestro, que han merecido tantas  páginas de los autores más brillantes del psicoanálisis y de otras disciplinas. Apenas si me  propongo aquí advertir a los jóvenes acompañantes que se inician en esta tarea respecto de la  posibilidad, bastante frecuente, de emergencia de ciertas vivencias de extrañeza en las que  por momentos podemos sentir esa experiencia de lo ominoso en la que parece diluirse los  límites entre realidad y ficción, locura y cordura, paciente y acompañante.  

En su trabajo cotidiano, el acompañante terapéutico (at) vivencia sentimientos  contratransferenciales de gran intensidad, algunos positivos otros negativos. Aprender a manejar  esa contratransferencia es parte importante de la formación del acompañante. La intensidad de  estas vivencias al trabajar con pacientes severamente perturbados, justifica y hace necesaria la  complejidad del dispositivo de acompañamiento terapéutico (AT), que, como ya hemos dicho,  para nosotros incluye en el dispositivo mismo a la supervisión, al trabajo en equipo y al análisis  del at. (Dragotto, 2012)  

Es decir que, en general, los ats estamos advertidos de la complejidad y la dificultad de  nuestro trabajo: como en otras profesiones de riesgo, nos preparamos y nos entrenamos para  enfrentar nuestra tarea, aun cuando no podamos anticipar la particularidad de cada encuentro  con la locura en la vida cotidiana. Como músicos de jazz ensayamos, practicamos,  supervisamos, nos analizamos, para poder improvisar con la mayor libertad posible en el  momento de actuar, sin salirnos de escala ni perder el compás. 

No obstante, todo at ha pasado por momentos de impasse en los que se ha sentido  paralizado, aterrorizado o ha actuado compulsivamente a partir de dichas vivencias sin poder  ligarlo a una intencionalidad o ni siquiera a otro registro que el de la necesidad de huir de la  situación. 

No escasean las referencias a tales momentos en los relatos de experiencias de AT,  muchas veces zanjadas con las risas que provocan las anécdotas al ser compartidas.  Sobrevivimos para contarlas. Otras veces son calificadas como actings-out o pasajes al acto del  at, o ligeramente descalificadas como “falta de análisis” en el at. Sin embargo, dichas vivencias  no son privativas de los at que recién comienzan a trabajar; les suceden también a los at con  mucha experiencia y con muchos años de análisis. Estamos lejos de entender si dichas  situaciones son parte inherente a la función de at, qué se pone en juego en esos momentos y qué  podemos hacer en esos casos. 

En otro trabajo2 (Dragotto, 2012) nos hemos referido a la vivencia de extrañeza y  malestar que caracteriza a la situación de extranjería, como inherente a la posición de at: el  contacto con lo ajeno del otro en el territorio del loco. 

Pero aquí nos referimos a otra sensación, mas angustiante e inquietante, que irrumpe en la  mente y el cuerpo del acompañante paralizándolo en su capacidad de entender la situación y  permanecer junto al paciente. Esta vivencia de lo siniestro aparece como un plus de angustia  en determinados momentos, más allá del grado de experiencia, formación, supervisión y  análisis personal del at. Por supuesto que estos elementos del dispositivo ayudan mucho, y   que el at experimentado, formado y analizado, posiblemente se angustie menos que el at  novel, sin embargo, el dispositivo no es un antídoto contra la aparición de lo siniestro.  Esos momentos en los que emerge la vivencia de lo siniestro, suelen ser situaciones que  imponen al at la urgencia de salir de la escena. 

Como en el caso de Rita que acudió a un apartamento en el centro de la ciudad de  Córdoba, para su primer día de trabajo con una paciente de 70 años con diagnóstico de  esquizofrenia. Ya había hablado con la hija de la paciente, con el terapeuta y con su  coordinador. El apartamento le sorprendió por el silencio y la oscuridad. La paciente  fumaba un cigarrillo tras otro, mirando a la nada, sentada en una silla de un dormitorio  oscuro. A los pocos minutos de ser presentada por la hija de la paciente, Rita escucha que  ésta saluda y sale del apartamento, cerrando la puerta con llave. La esperaban tres horas  de acompañamiento a la paciente, para lo cual se había preparado, no obstante, la  certeza de saberse encerrada en el departamento sin posibilidad de salir, despertó en Rita  una angustia desbordante que no podía superar. Telefoneaba a la hija de la paciente pero  esta no respondia. Decidió entonces llamar al coordinador del acompañamiento. Éste sí  atendió la llamada, conversaron, pensaron alternativas, no había mucho para hacer mas  que esperar y acompañar, pero la posibilidad de hablar con otro que estaba fuera de la  escena, le permitió sobrellevar la situación hasta el regreso de la hija de la paciente.3 

Conversando estas ideas con distintos acompañantes, la mayoría puede identificar esta  vivencia de lo siniestro en algún momento de su trabajo como at., diferenciándola claramente de  la ansiedad, la preocupación o incluso la angustia que muchas veces sienten en esta tarea. Es una  angustia y preocupación extrema, acompañada de un sentimiento fugaz de extrañeza. Las  distintas situaciones en la que lo han experimentado tienen en común la vivencia de encierro,  aislamiento y de no contar, aunque sea momentáneamente, con la posibilidad de salir de la  escena. A veces incluyen sentimientos de miedo extremo por la propia seguridad o la del  paciente.  

Como le sucedió a Juan quien acompañaba a Ignacio, paciente psicótico en tratamiento  ambulatorio por su adicción a las drogas. Juan era el único at en esa etapa del  tratamiento, después de que Ignacio hubiera rechazado a otros dos acompañantes, las  semanas anteriores. El vínculo de Juan e Ignacio era bastante bueno. Esa tarde, cuando  Juan llegó al apartamento del paciente, éste estaba drogado y a los pocos minutos le dijo:  “Ya vengo. Esperame que voy a lo de X y vuelvo. En cinco minutos estoy acá”. Sin dar  tiempo a la respuesta de su at, Ignacio salió y cerró la puerta con llave, dejando a Juan  encerrado y preocupado por lo que pudiera suceder. A medida que los minutos pasaban  la angustia lo fue invadiendo, con una particular opresión y con fantasías catastróficas  respecto del paciente y de sí mismo. 

Lo ominoso. 

En su artículo “Das Unheimliche” (Lo ominoso) del año 1919, Sigmund Freud  (Freud, 1986) se propone dar cuenta y explicar dicho sentimiento al cual califica como un  tipo especial de afecto angustioso, cercano a lo horroroso e inquietante, que tiene la  particularidad de estar ligado a lo familiar o consabido de antiguo. Comienza realizando un  minucioso análisis lingüístico y etimológico en distintas lenguas, del cual nos interesa  resaltar que “heimlich, entre los múltiples matices de su significado, muestra también uno en  que coincide con su opuesto unheimlich (…) esta palabra heimlich no es univoca, sino que  pertenece a dos círculos de representaciones que sin ser opuestos, son ajenos entre sí: el de  lo familiar y agradable, y el de lo clandestino lo que se mantiene oculto.(…) Schelling (…)  nos dice que unheimlich es todo lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo  oculto, ha salido a la luz.” (pp. 224-225) 

A lo largo del artículo, Freud enumera distintas situaciones que suelen despertar en el  sujeto la vivencia de lo ominoso, ya sea en la vida real o como efecto de la ficción literaria.  Entre ellas destaca el fenómeno del doble, la animación de lo inanimado, el permanente  retorno de lo igual, el presunto contacto con los muertos, entre otros. Al explicarlo lo  relaciona con distintos factores como la relación con lo reprimido, con la etapa del narcisismo  y principalmente con la compulsión de repetición; también con el complejo de castración. En  relación al fenómeno del doble, intentando explicar su carácter ominoso y “el empeño  defensivo que lo proyecta fuera del yo como algo ajeno”, afirma que “es una formación  oriunda de las épocas primordiales del alma ya superadas, que en aquel tiempo poseyó un  sentido más benigno. El doble ha devenido una figura terrorífica del mismo modo como los  dioses, tras la ruina de su religión, se convierten en demonios” (Ibídem p.236). Así la  vivencia de lo ominoso estará relacionada con características de la etapa narcisista como la  omnipotencia del pensamiento y el animismo. La angustia es indicadora de la represión. Los  contenidos ligados a lo ominoso no son algo nuevo, de allí que la lengua alemana haga pasar  “lo heimlich (familiar) a su opuesto unheimliche, pues esto ominoso no es efectivamente  algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, solo enajenado de ella  por el proceso de la represión.” (ibídem p.241)  

Freud dirá que algunas vivencias de lo ominoso se relacionan con la cuestión del  examen de realidad, de una cuestión de la realidad material, en la que hay un retorno de  modos de pensar superados en la evolución de la humanidad.  

Otra cosa sucede –dice Freud- con lo ominoso que parte de complejos infantiles  reprimidos, del complejo de castración, de la fantasía de seno materno, etc.;” (…)”el  distingo entre ambos (grupos) es muy importante para la teoría. En lo ominoso que  proviene de complejos infantiles no entra en cuenta el problema de la realidad  material, remplazada aquí por la realidad psíquica. Se trata de una efectiva represión  de un contenido y del retorno de lo reprimido, no de la cancelación de la creencia en la  realidad de este contenido. (…) lo ominoso del vivenciar se produce cuando unos  complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión, o cuando aparecen  ser refirmadas unas convicciones primitivas superadas.” (ibídem p.248) 

José Luis Valls (Valls, 1995), por su parte, describe la sensación de lo siniestro como  “un tipo especial de sensación angustiosa, con características cualitativas propias  pertenecientes al orden de lo terrorífico y el horror”. Especifica que al afecto  displacentero sentido, “sumamos la cualidad perceptual del hecho que está siendo  vivido y la cualidad representacional de las representaciones preconscientes  (representantes de las representaciones-cosa Inc. ante la Cc.) a las que remite y que en  gran parte son las generadoras del afecto.” (p.580) y agrega que “la impresión de lo  familiar que deviene en terrorífico es la marca de lo traumático de la sexualidad en la  infancia (…) La identificación y el hecho de que el yo se forma principalmente a través  de ella le da mucha fuerza a la figura del doble, además del narcisismo en ella implícito, en la formación de situaciones sentidas como siniestras. (…) el sentimiento  de lo siniestro surge de una no perfectamente delimitada ensambladura principalmente  cualitativa de todas aquellas situaciones de la sexualidad infantil. De la compleja  ensambladura de todas estas situaciones provenientes del Inc. y su vinculación con  hechos de la realidad, en la persona adulta, surge el sentimiento de lo siniestro. (ibídem p.581) 

Por nuestra parte y en relación al acompañamiento terapéutico, pensamos que la  aparición de la sensación de lo siniestro en el at, corresponde a situaciones en las que a la  situación de extranjería, propia del AT, se suma (a) la movilización de núcleos primarios,  arcaicos, del inconsciente del acompañante; (b) a la aparición en la escena de figuraciones  que desarman momentáneamente la ventana fantasmática del acompañante, (c)  particularmente cuando éste percibe que están cerrados los caminos comunicacionales con el  afuera de la escena. 

En el primer caso nos apoyamos en los desarrollos de Norberto Marucco  (Marucco)quien sostiene que, 

El «yo ideal» tiene un «lugar». ¿Cuál? El de desmentir la castración (mortalidad)  parental. 

Hay bastante acuerdo en que el psicótico está fascinado, inmóvil en ese «lugar». Pero  ¿basta haberse corrido para no ser un psicótico? ¿Y quién se ha librado por completo  de la fascinación paralizante, incluso de la pasajera? ¿Cómo saber que se ha  ingresado por la puerta en el orden simbólico y no por la ventana? Es decir, ¿qué  distingue a las palabras del deseo de las palabras del no-deseo? (…) 

Los representantes verbales nos ayudan a dar cuenta de todo lo reprimido de la  estructuración edípicas. Pero, en cambio, dejan mudo a lo que era mudo, a. lo  desmentido, constitutivo del yo, lo mudo que no cesa de retornar, que intenta hacerse  entender. Lo siniestro es el eterno retorno de lo mismo. Lo siniestro no responde al  principio del placer. ¿Por qué destaco en este ensayo al doble como parte estructural  de un yo escindido? Porque ese narcisismo primitivo no se expresa con representantes  verbal, sino con un sentimiento (lo siniestro), además de con la compulsión repetitiva.  Sentimientos que hablan de una historia tal como las repeticiones también son una historia. No habrá para ellos representantes verbales. Habrá, sí, una nueva historia  vivida, mediante la repetición transferencial, que le permita al analista reconstruir la  historia, otorgarle significación simbólica, para que ese sentimiento inquietante,  familiar y extraño, deje de serlo. 

Lo siniestro y la creatividad. 

Por otro lado, no podemos dejar de tener en cuenta que distintos autores afirman que  la fuente del sentimiento de lo siniestro es la misma que la del arte y la creatividad. Enrique Pichon-Rivière profundo conocedor de la locura y del arte, dedicó mucho  tiempo y esfuerzo a comprender el proceso creador en el ser humano. En esa búsqueda se  apoyó en el artículo de Freud “Lo siniestro”, al cual considera un aporte fundamental para el  análisis psicológico del arte. Pichon investigó profundamente la obra de Isidoro Ducasse, uno  de los poetas malditos quien publicara los Cantos de Maldoror bajo el seudónimo de Conde  de Lautremont. Su corta vida, cargada de tragedias y abandonos conmovió a Pichon desde  temprana edad dando lugar a una identificación con Lautremont. En alguno de sus textos  definirá a lo siniestro como la antítesis de lo maravilloso. Asimismo, el proceso creador  implicará la superación y reparación en una espiral dialéctica superadora. En 1966 afirmaba  que:  

“ (la obra de todo creador) sigue un curso no rectilíneo sino dialectico. Se embarca en  el tobogán de la espiral, creando, destruyendo el objeto estético para reconstruirlo en  un nivel diferente y con técnicas diferentes. Partiendo de un primer período que es el  del descubrimiento y deslumbramiento o encuentro fortuito de algo que puede guardar  aun las señales de una destrucción previa, necesitó para su creación o reconstrucción  un conjunto instrumental que caracterizara justamente al yo del artista. Se crea así por  primera vez, un vínculo vocacional con un objeto que, por la operación, se ha  transformado en un objeto estético. El objeto primario, fragmentado y disgregado, es  reparado por el artista; cada fragmento de ese todo anterior sufre una metamorfosis  totalizante, es una nueva forma y permanece a la espera de ser externalizada sobre la  pantalla de la tela. Es el triunfo de la vida sobre la muerte, de la salud sobre la locura.  Las contradicciones previas que habitaban el contexto de la creación, es decir su  mundo interno se van resolviendo sobre la marcha. Así es como lo siniestro se  transforma en lo maravilloso, el contenido y la forma en su síntesis recrean una nueva  estructura.” (Pichon-Rivière, 2011)(p. 26) 

En ese sentido coincide con los aportes que desde la teoría lacaniana afirman que  fenómenos como la despersonalización y la vivencia de lo siniestro no son privativos de la  psicosis solamente, sino también de momentos de vacilación fantasmática en la neurosis,  incluso como producto del análisis o “en ciertos casos precede (…) al momento fecundo de  una creación artística” (Diaz, 2004).  

Para Lacan la vivencia de lo siniestro se relaciona con la caída del velo con el que el  fantasma nos filtra el contacto con lo Real. El objeto a, no simbolizable ni imaginarizable,  debe estar ausente para que el campo perceptual se constituya y por lo tanto nuestra realidad.  La falta de la falta, la aparición de algo del objeto a en el campo perceptual está ligado al  fenómeno de lo siniestro. 

Algo que no debería estar en el cuadro, aparece provocando angustia. Algo que  recuerda demasiado directamente a lo más intimo, lo más reprimido. Pero no es cualquier  angustia. Es la angustia ligada a lo primordialmente reprimido, lo no simbolizable ni  procesable por la palabra. 

Si el fenómeno del doble es siniestro, lo es, precisamente, porque habitualmente no nos  vemos en la escena. El campo de la mirada supone la exclusión del sujeto en el campo visual.  Entonces podríamos decir que eso que llamamos lo Real y que por definición está por fuera  de lo que podemos aprehender en los registros de lo simbólico y lo imaginario, eso es la  fuente de fenómenos disímiles: por un lado la creación y la creatividad, por otro la vivencia  de lo siniestro. 

¿Cómo pasar de uno a otro? Ojalá pudiéramos saberlo… 

Provisionalmente podemos decir que: 

La vivencia de extranjería es distinta que la de lo siniestro: 

La vivencia de extranjería implica cierta angustia y extrañamiento pero eso es ajeno,  esta puesto en el otro, en su mundo al que sentimos extraño, inquietante. Fabio Araujo lo  menciona como obstáculo a la hospitalidad (Araújo, 2006). En la vivencia de lo siniestro estamos demasiado implicados. Es una angustia del orden  del horror ante lo que debía permanecer oculto. Aparición de lo impensable, lo innombrable.  Pero no solo en el otro sino en mí mismo. Esto incluye lo no analizado en el at, pero, sobre  todo, lo no analizable. 

Si la hospitalidad puede devenir un ideal que obstaculice la función de at, lo siniestro  está más allá (o más acá) del ideal, ligado a lo reprimido primordial, a lo no representable. De ahí que las vivencias sean del orden del pánico o de la desrealización fugaz. Muchas  veces los at evitan hablar de estas vivencias en los espacios de supervisión o de coordinación,  quizás pensando que no está bien tener esas sensaciones. 

Dicen los at: “es algo de lo que hay que salir rápido e irse.” “Uno lo niega y  sigue…” 

Sucede en situaciones en las que se intuyen cuestiones de abuso. “Las capto”. “las huelo” dicen los acompañantes. Rituales familiares como una escenificación perversa en la que el at  queda como testigo impotentizado. 

Si ante la vivencia de extranjería puedo salir, irme y luego regresar; ante lo siniestro  siento que no podré salir, que quedaré encerrado allí, o que eso invade mi mundo (el mundo  privado del acompañante). 

Las películas de terror y los cuentos infantiles producen miedo pero son catárticos y  permiten elaborar o dar curso a miedos y fantasías inconscientes. Lo ominoso paraliza, es  confusional. El acompañante siente que no puede discriminar si eso que emerge, tan loco, es  del paciente o es suyo. ¿Es su locura o mi locura? 

Los artistas tienen una capacidad diferente al resto de los mortales para tolerar y  contactar con la propia locura y el caos del cual podrá surgir la creación. Esa capacidad  difiere de un sujeto a otro. ¿Puede desarrollarse o entrenarse? No lo sé. Desde mi experiencia  como at y como supervisor de acompañantes diría que esas vivencias son parte de este  oficio/arte de riesgo. Hay que estar advertidos de ello. De los riesgos del encuentro con lo  siniestro en todas sus manifestaciones incluso las mas desubjetivantes, del contacto con la  locura del otro y la propia. La salida de esas impasses en el at son a través de actos y palabras  en el trabajo con otros en el dispositivo: actos de recurrir a otro, quien por medio de la  escucha pueda contener y recomponer la función de at (analista, coordinador, supervisor, otro acompañante…) otros que conozcan de esa experiencia y como se juega en el at. Actos  creativos con intervenciones impensadas. A veces actos de huida que son actings out. 

Lo siniestro social. 

Muchas veces lo siniestro, en nuestra Latinoamérica, toma la forma del contacto con  lo Real del abandono, la pobreza, la resignación y el abuso de miles de personas a las que no  vemos tras el fantasma social de las generalizaciones y las estadísticas. Cuando,  azarosamente, contactamos con ellas, entonces cobran un rostro y tienen un nombre. Allí nos  topamos con nuestros límites para cambiar algo de su situación. Atisbamos algo fugaz de lo  Real del sistema social. Lo siniestro en lo social puede manifestarse también como un retorno  de aquello de lo que la sociedad reniega. Hace pocos días, un colega que trabaja en la  asistencia a víctimas de la represión de estado durante la última dictadura militar, me contó  que habían localizado a dos personas que habían estado detenidas ilegalmente y torturadas  hace treinta años. Estas personas actualmente eran mendigos que solían estar en la plaza  principal de Córdoba, la Plaza San Martín. Justo en frente de uno de los lugares que  funcionaron como centros clandestino de tortura y desaparición: el Cabildo y la temible D2.  Mendigos psicotizados por la tortura y el terrorismo de estado, invisibilizados a la vista de  todos. Su cuerpo presente y vivo aún en la plaza principal de mi ciudad, con miles de  personas pasando a su lado todos los días, sin mirarlos. Al igual que a los veteranos de la  guerra de Malvinas, que han muerto más después de la guerra que durante la misma. Como a  tantos otros. 

Como ats podemos hacer mucho con y por los excluidos por este sistema. Hay  muchos otros que también hacen mucho. Pero nuestro trabajo, uno por uno, en contacto con  la intimidad de sus vidas cotidianas, implica riesgos. Uno de ellos es la aparición de estos  aspectos siniestros en el vínculo y por lo tanto en nosotros. No puede ser un acercamiento  ingenuo. Hay que ir preparados y junto a otros disponibles para acompañarnos y escucharnos.  De esa manera, quizás podamos poner en juego nuestra creatividad, en lugar de huir. 

Montevideo, 21 de noviembre de 2014-



  

1pabloadragotto@gmail.com


2los sentimientos de extrañeza, el miedo, la ansiedad, etc. Son inherentes al trabajo del at en casa del paciente; no  son un error ni un acting out. Constituyen una reacción esperable y lógica de la subjetividad del at en situación de  extranjería. (…)Es entonces cuando cobra plena relevancia el dispositivo del AT que, a nuestro entender incluye: al o a los aa.tt., al paciente, el análisis del a.t., el equipo terapéutico y la supervisión. (…)La vivencia de extranjería como inherente de  la situación de A.T. contiene una riqueza y una potencialidad únicas para el devenir del tratamiento, en la medida en que  pueda ser transitada, registrada y analizada a posteriori.”


3En la discusión de esta viñeta durante la presentación de este trabajo, Clarissa Metzger señalaba con  pertinencia que poner en juego la palabra hablando con otro, restituye la falta y por ende, aplaca la angustia y  diluye la sensación ominosa.


 

BIBLIOGRAFÍA. 

Araújo, F. (2006). Um passeio esquizo pero acompanhamento terapêutico: dos especialismos  à politica de amizade. Niteroi: Edición del autor. 

Diaz, I. (2004). Despersonalización. En R. Chemama, B. Vandermersch, & (dir), Diccionario  del psicoanálisis (2da. edición ed., pág. 768). Buenos Aires: Amorrortu. 

Dragotto, P. (2012). Acompañando acompañantes. Notas acerca de la indicación, la  coordinación y la supervisión en acompañamiento terapéutico. En P. Dragotto, & F. ML,  Acompañantes. Conceptualizacines y experiencias en A.T. (pág. 240). Córdoba: Brujas. 

Dragotto, P. (2012). Hospitalidad y extranjería en el acompañamiento terapéutico. En P.  Dragotto, & M. L. Frank, Acompañantes. Conceptualizaciones y experiencias en A.T. (pág.  240). Córdoba: Brujas. 

Freud, S. (1986). Lo ominoso. En S. Freud, Obras Completas. Vol XVII (pág. 304). Buenos  Aires: Amorrortu Editors. 

Marucco, N. (s.f.). Introducción de lo siniestro en el yo. Ficha de Catedra Freudiana.  Asociacion Psicoanalitica de Cordoba. 

Pichon-Rivière, E. (2011). El proceso creador. En E. Pichon-Rivière, El proceso creador. Del  psicoanalisis a la psicología social (III) (1a Edición, 18º reimpresión ed., pág. 120). Buenos  Aires: Nueva Visión. 

Valls, J. L. (1995). Diccionario Freudiano. Buenos Aires: Julián Yebenes.